Sunday, February 27, 2011

A la espera del brunch sagrado

El fin de semana en Nueva York tiene un rito sagrado: el brunch. Es la maravillosa combinación de desayuno y comida que te permite pedir un café, carne y patatas o beber vino con el plato de fruta y pasteles. En definitiva, uno de los mejores inventos culinarios que existen en la ciudad.

El domingo en muchas ciudades es sinónimo de vacío,  cerrado y calmado. En Nueva York es exactamente lo contrario: lleno (ridículamente lleno en ocasiones), abierto y bullicioso. Es el día en el que los peregrinos fieles salen hacia sus mecas gastronómicas.

Una de las cosas que muchos visitantes no entienden de Nueva York, y que de hecho realmente uno no acaba de acostumbrarse nunca, es el tiempo de espera en los sitios. En Nueva York es habitual llegar a un restaurante que no acepta reservas (porque eso ya le da cierto caché) y que la host de la entrada te mire, sonría y diga: Para una mesa de cuatro ahora mismo hay una espera de 1 hora y 45 minutos, más o menos.

La primera vez que escuché esta frase pensé… quien en su sano juicio espera 2 horas para comer??? Y luego descubres que Nueva York te hace perder el juicio y la perspectiva en ciertos momentos, porque con el tiempo algunos días te escuchas a ti mismo contestar, ok, esperaré dos horas, no problem. De modo que al final en Nueva York hay más gente en la calle esperando para comer que la gente que está de hecho comiendo. Es como si las calles fueran la eterna salita de espera.

Y luego lo entendí: la espera en un restaurante en Nueva York equivale a lo que en otro lugar sería sus estrellas Michelin. Cuantas más horas de espera, más prestigio, más ganas de entrar, más popularidad y más concentración de fieles. Por eso, en domingo, parece que hay procesión en las calles.

Y a todo se acostumbra uno y con el tiempo cuando entras a un lugar a comer y te dan una mesa sin problemas piensas… uyyy, será que no está bueno? Por qué no hay una hora de espera? Y acaba resultando que lo que te pone nervioso es precisamente no esperar.

Es irónico que en la ciudad de las prisas, el estrés, la productividad y la rapidez; la gente está dispuesta a esperar, sin problema alguno, una hora para sentarse a comer. Me pregunto cuantas empresas se crearon, amigos se conocieron, parejas se enamoraron, libros fueron leídos y conversaciones de teléfono ocurrieron mientras cientos de neoyorquinos esperaban en la calle una mesa para brunch un domingo.

Thursday, February 24, 2011

De repente... la lluvia

Varios de mis amigos españoles en NY se ríen a menudo de mí porque digo mucho la expresión “de repente”. No sabemos si es una traducción directa del suddenly, que en inglés se usa mucho, pero el caso es que NY muchas cosas suceden así, de repente.
Un ejemplo: se pone a llover y de repente aparecen vendedores de paraguas como champiñones. La gente en Nueva York está acostumbrada a necesitar algo y que se le ofrezcan demasiadas opciones. Luego la ciudad te malacostumbra, y cuando estás en un lugar en el que no se puede comprar leche a las 3 de la mañana parece que se acaba el mundo.
 Y los neoyorquinos siempre, siempre, necesitan algo. Es curioso la cantidad de gente que viene a esta ciudad porque necesita algo: un mejor trabajo, una experiencia vital, perseguir un sueño, cambiar de aires…. Y todos vienen porque creen que (casi) todo es posible en la ciudad de los sueños… y de la lluvia.
Siento insistir pero... es cierto, en Nueva York llueve. Y mucho. Probablemente la ciudad no sea conocida por su lluvia (no es Londres) pero desde luego marca todos los inviernos de quienes vivimos aquí. Cuando uno se pone las botas de agua se convierte en neoyorquino instantáneamente. Y es cierto que en Nueva York se puede conseguir casi cualquier cosa que necesites a cualquier hora del día, excepto (de repente) un taxi en un día de lluvia.

Wednesday, February 23, 2011

El camaleón

Porque para que existan sentimientos encontrados tiene que haber un punto en común, y ese es Nueva York.
Dice el famoso dicho que cada día debes hacer algo que te dé miedo...no sé si es trampa...pero hay épocas en las que me amuermo y, de repente, directamente hago algo que me aterra...como empezar un blog.
Hace unas semanas
mi hermana Elisa empezó el suyo y como, aunque nos separe un oceano, sigue siendo y será "la mayor"...pues ha abierto el camino y ya puedo seguir yo.
Nueva York, ciudades encontradas nombra esos contrastes y las muchas ciudades que he encontrado a lo largo de más de dos años en la camaleónica Nueva York. Ciudades encontradas tambien hace alusión no sólo al verbo encontrar, sino tambien al adjetivo que habla de cosas opuestas y contrarias. Y sin esas ciudades que he encontrado y que son opuestas no existiría para mi Nueva York...
La de las luces, la de las sombras, la del invierno terrible y la apasionada primavera, la ciudad del frenesí, la de los paseos, la de los artistas y los ejecutivos; la
gourmet y de la pizza (aunque pensándolo bien hay mucha pizza gourmet aquí, pero eso vendrá otro día) Y todas ellas se encuentran en el punto medio, en NY.

Ah y hablará mucho de comida, eso seguro.