Wednesday, May 11, 2011

El tren

La relación amor/odio que usualmente se tiene por Nueva York puede plasmarse en sus dos estaciones de trenes, una que instantáneamente amas, la de Grand Central, y otra que por mucho que te esfuerces y trates de entenderla y desarrollar un cariño por ella no hay manera. Esa es Penn Station.

Grand Central es una obra de arte, es preciosa y puedes viajar al siglo XIX con pasearte por su vestíbulo principal. Está ese reloj peliculero que dicen tiene un valor de 20 millones de dólares, o el Campbell Apartment, ahora un bar de cocktails dentro de la estación y originalmente el despacho del magnate John Campbell.

Y al oeste de Manhattan está Penn Station, a la que maldices cuando te toca hacer un viaje de largo recorrido. Una cosa sin sentido es que hacen esperar hasta diez minutos antes de la salida para anunciarte en que vía está estacionado el tren. Esto hace que cientos de personas estén embobadas mirando una pantalla con un “ preparados, listos, ya!” para salir corriendo cuando anuncian la vía. Igual tiene algún motivo logístico. Probablemente. Aquí todo tiene una finalidad práctica. Pero son de esas cosas que uno no acaba de entender que sucedan en el primerísimo mundo. 
Grand Central tiene desde comida china para llevar hasta los restaurantes más distinguidos (entre ellos el famoso Oyster’s Bar); Penn Station te ofrece pizza o bocadillos en plástico, lo cual hace menos apetecible empezar un viaje.


Lo bueno de Nueva York es que es bastante sincera y te muestra lo que hay. Y normalmente suele ser una doble cara pero no en el sentido de un lado oculto, sino  de dos caras de la moneda. Es una ciudad que te dice alto y claro: estoy sucia, tengo basura en la calle y ratas en el metro. Pero a la vez también te cuenta: tengo la economía del mundo concentrada en mis calles, te ofrezco el mejor arte y moda del planeta ah, y tengo toda la comida del universo por ofrecer.
Y en esa doble cara de la moneda te ofrece Grand Central y Penn Station.  Y cuando te enseña un lado la amas, y luego has de tomar un tren a Boston y la odias. Pero como el yin y el yang, sin esa Penn Station de Nueva York tampoco existiría Granc Central. Ambas ciudades se complementan y necesitan. Y sin ambas caras no se llamaría Nueva York. Simplemente sería otro lugar. 

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