Wednesday, March 9, 2011

La lista de la compra

Mi madre siempre dice que cuando viajas, para conocer un país, debes entrar en sus mercados. Y Nueva York no rompe la regla. Los supermercados son todo un mundo en la ciudad.
Lo primero sorprendente es que los supermercados situados en el centro (no los que están a las afueras y las gente conduce a la compra) tienen la peculiaridad de que se premia a quienes van a comprar más de 10 artículos. En otros países la línea rápida es precisamente en la que llevas menos de 10 cosas, pues aquí lo contrario. Lo cual revela varios detalles: que mucha gente de Manhattan compra únicamente para uno mismo, que la mayoría de cocinas son tan pequeñas que la gente no tiene sitio para almacenar (que obviamente la despensa es una palabra inexistente), que hay muchos neoyorquinos que no cocinan nada en sus casa y que muchos de quienes hacen cola para pagar van a compartir vagón de metro para llegar a casa y más de dos bolsas son difíciles de cargar.
Luego mucha gente es fan de pedir la comida por Internet. Yo, de momento, sigo en la vieja escuela, un vestido por Internet no lo compro porque no sé que textura va a tener y una manzana tampoco por el mismo motivo. Aunque viendo las colas a veces apetece. Hay un súper muy popular en Manhattan que creo que varia gente debe haber escrito su tesis doctoral esperando para pagar, porque (y no es broma) que la cola suele serpentear dentro de los pasillos del súper hasta llegar a la salida.
En los supermercados de Manhattan apenas se empujan carritos de la compra y tampoco se ven muchas listas de la compra. De hecho, hay más colas en los restaurantes que en los supermercados, y mucha gente come a diario comida para llevar. Obviamente no es todo el mundo, no se puede generalizar, pero mucho se puede saber de la ciudad mirando dentro de las cestas del supermercado.
Luego está el furor orgánico. Hay un supermercado cerca de mi casa que vende hasta el típico palillo de madera de bar orgánico. Y la gente paga cinco veces más por cualquier cosa con el apellido orgánico. Además a los neoyorquinos les gusta la información. Mucha y constante. Por eso los supermercados te avisan de qué hierba han comido las vacas, de si los pollos andaban sueltos por las granjas y te comentan de qué pradera viene cada fruta y verdura.
Pero algo bonito en Nueva York es que puedes entrar en algunos supermercados y transportarte a cualquier parte del mundo. Asi que a veces me paseo y por un ratito viajo a casa. De repente cruzo un pasillo y veo una lata de bonito del norte, y luego en aquella esquina están las tortas de anís Inés, ah, y queso de Menorca, el de Mahón! El otro día entré y me compré unos quicos. Esperé para pagar, con mi cesta llena de nostalgia, en la cola rápida con mis más de 10 artículos.

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